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jueves, 7 de abril de 2011

¿En alguna ocasión te has preguntado qué es la felicidad?

Seguro que estás pensando en que sabes muy bien qué es. ¿A que sí?

Vamos, que lo tienes clarísimo.

En ese caso no te interesa seguir leyendo.

Para los demás, es un placer para mi compartir con vosotros mi respuesta a esa pregunta y algunas más.









Espero que os sirva.


lunes, 3 de enero de 2011

¿En qué consiste la Felicidad?

Quiero comenzar con esta pregunta porque siendo la felicidad uno de los mayores anhelos perseguidos por el hombre, parece esquiva para la mayoría de las personas.

Como base de partida, tomaremos la definición de felicidad:


De forma resumida podríamos decir que "la felicidad es un estado de ánimo que produce satisfacción y alegría”, un estado que no es continuo y se trata de que sea lo más continuo posible.

Esta frase afirma que la felicidad es un ESTADO, y voy a comenzar por ahí:

Tomaré como ejemplo el agua. El agua tiene varios estados: sólida, líquida y gaseosa.

Toda molécula de agua puede llegar a experimentar los tres estados ya que el agua del mar es líquida y al evaporarse (gas) los vientos pueden conducirla hacia las cimas de las montañas y descargar en forma de agua (lluvias, ríos que la conducen de nuevo al mar) o en forma de nieve (sólida) en muchas partes del mundo, como el polo norte donde se acumula en forma de glaciares (hielo sólido) para volver a fundirse y retornar nuevamente al mar.

Pero lo verdaderamente fascinante del agua no son sus estados, sino sus PROPIEDADES:


Estas PROPIEDADES del agua conforman su SER. ¿Y qué es el agua?

El agua es el más importante de todos los compuestos químicos y uno de los principales constituyentes del mundo en que vivimos y de la materia viva.


El agua es una sustancia que ocupa tres cuartas partes de la superficie terrestre en forma de mares y océanos donde habita una extensa cantidad de especies animales y vegetales.

El agua regula la temperatura del planeta, es un excelente disolvente y una fuente de energía hidroeléctrica.

Todos los seres vivos disponen de un organismo compuesto esencialmente por agua y necesitan agua para vivir.

El agua compone el 70% del cuerpo humano.

En definitiva, el agua se encuentra en el centro de la vida. Sin el agua, la vida que conocemos simplemente no existiría.


Por lo tanto, que el agua se encuentre en un momento dado en estado líquido, gaseoso, o sólido no es tan relevante como el hecho de que el agua ES y ESTÁ en el centro de la vida.
Dicho de otro modo: lo que el agua TIENE (estados) no es relevante frente a lo que el agua ES (propiedades). 

Repito:

Lo que el agua TIENE no es relevante frente a lo que el agua ES. 

Así pues, el agua posee una serie de propiedades que la hacen única y podríamos decir que cada una de estas PROPIEDADES es un ATRIBUTO o un DON que tiene el agua.

De la misma forma, yo afirmo que:

Lo que el hombre TIENE no es relevante frente a lo que el hombre ES.

Lo que el hombre TIENE (estados de ánimo tales como la felicidad, la tristeza, la salud, la enfermedad...) no es relevante frente a lo que el hombre ES (propiedades, atributos o dones del hombre tales como la humildad, la soberbia, la mansedumbre, la vanidad...).

Al hombre actual le interesa exclusivamente el TENER (sobre todo, tener bienes materiales), básicamente porque al hombre actual sólo le interesa su propio estado (principalmente el estado de la felicidad, y que sea lo más continuo posible).

Y damos por hecho que todos conocemos la respuesta. Es decir, que todo el mundo sabe en qué consiste ser feliz.

Y si todo el mundo lo sabe, ¿cómo es que casi nadie lo es? La respuesta es que la verdadera felicidad es sólo una consecuencia, y nunca un fin en sí misma.


El hombre actual está centrado en tener éxito, prestigio y riquezas, en ser atractivos y en adquirir ocio a toda costa: coches, ropa, productos corporales, cirugía, gimnasia, viajes, cine, teatro, restaurantes,... El hombre actual es una gran boca abierta que se lo traga todo con la única finalidad de obtener una satisfacción momentánea a la que denominamos felicidad.

Esta ansia de TRAGAR pone de manifiesto el enorme vacío interior que hay dentro del hombre y que no consigue llenar con nada.

Por eso, necesitará cada vez TENER más y más. Tener de manera creciente.

El hombre actual trata de justificarse a sí mismo diciendo que acumula dinero y/o bienes materiales por el bien de sus hijos, cuando en realidad lo único que hace es alimentar su deseo de tener de manera creciente. Con la mayor acumulación de dinero y bienes materiales, la persona adquiere prestigio y buen crédito socialmente, lo cual retroalimenta el proceso complaciendo su ego, y aumentando aún más si cabe su deseo de tener de manera creciente así como su vacío interior.

Actualmente, la palabra prestigio denota buen crédito y reputación. No obstante, en la antigüedad el prestigio hacía alusión a la soberbia y la pomposidad. Su raíz etimológica está vinculada al engaño y al truco. Un prestidigitador, en este sentido, es quien hace trucos y logra embaucar a la gente, alguien que domina la ilusión y la mentira.

Sostengo que el prestigio en la sociedad actual no es más que una ilusión y una mentira. Más adelante explicaré el razonamiento que me ha llevado a tal conclusión.

Del mismo modo, el hombre actual se engaña a sí mismo creyendo que su capacidad de adquirir cosas y su deseo de tener de manera creciente, le protege de situaciones adversas que pudieran surgir en el futuro; cuando lo cierto es que sólo existe certeza con respecto al pasado, y con respecto al futuro, la certeza de la muerte.

Si le preguntas a alguien que es lo más importante en su vida, lo más probable es que te diga: "ser feliz".

Entonces la gente exclama: "qué bonito...", "qué noble deseo... "

En cambio, si alguno responde: "cambiar mi corrupción por honestidad"

Entonces la gente piensa: "vaya corrupto, ya lo sabía yo... "

Cuando lo cierto es que este último centra su vida en el SER (dones que llenan el vacío interior del hombre) mientras que el primero centra su vida en el TENER (tragar y tragar).

Si una persona estuviera absolutamente sola no tendría interacción con nadie, no habría nadie con quien compartir nada. Mas la realidad es que existen muchos otros individuos.

"TENER de manera creciente implica no DAR; nadie puede tener más cosas cada vez si las da a otros individuos". He puesto expresamente esta afirmación entre comillas porque merece de una atención especial que le dedicaré más adelante.

El no dar ni compartir, conduce a la persona hasta la más absoluta soledad interior, incapaz de superar el sentimiento de separación que siente respecto de todo lo que le rodea.

Luego el TENER creciente produce separación, división, soledad. Una incapacidad absoluta de AMAR.

Dado que en la sociedad actual, el intercambio de bienes se realiza mediante el dinero, la frase anterior también puede reformularse así:

El amor al dinero produce separación, división, soledad. Una incapacidad absoluta de amar.

Y, ciertamente, la única manera de superar dicha separación es a través de la capacidad de AMAR.

Pero nadie puede amar si su vida está centrada en lo que tiene en lugar de lo que es puesto que amar es dar y, como hemos visto, el tener creciente implica no dar.

Un inciso: antes he afirmado que lo importante no es lo que el hombre tiene (felicidad, prestigio, salud, éxito) sino lo que el hombre es (vanidad, orgullo, egoísmo, soberbia) y es que ciertamente lo que el hombre tiene no es de su propiedad, no le pertenece. Y la prueba de que no es suyo es que se lo pueden arrebatar en cualquier momento. Mas lo que el hombre es, eso sí es de su propiedad y por eso lo llamamos propiedades, porque nadie nos las puede arrebatar.

Quiere decir esto que aquello que el hombre adquiere por sí mismo (es accesible) no le pertenece (porque le puede ser quitado), más los dones del hombre (propiedades de la persona como las propiedades del agua) eso sí le pertenece (porque no le puede ser quitado).

Insisto: lo que el hombre adquiere es accesible pero lo que el hombre es (sus dones), ¿serían accesibles? ¿Podemos tener acceso a la sabiduría, inteligencia, generosidad, belleza, honestidad, fortaleza, ... por nosotros mismos?

¿O más bien son inaccesibles para nosotros porque como toda propiedad o don, nos es dado?

Si el agua tuviese inteligencia podría experimentar sus diferentes estados (líquido, sólido, gas) y tal vez preferir alguno de ellos en concreto, pero ¿podría el agua escoger sus propiedades?

El hombre actual se centra en el TENER y rechaza el SER básicamente porque no tiene acceso a los dones de su propio ser, como el agua no tiene acceso a modificar su propiedades físico-químicas. De hecho, si sus propiedades cambiasen, dejaría de ser agua para transformarse en una nueva sustancia (en un nuevo ser).

Con esto hemos llegado a la respuesta a la pregunta formulada al principio: ¿en qué consiste la felicidad?

La felicidad consiste en centrar nuestra vida en obtener una satisfacción momentánea acumulando riquezas materiales y adquiriendo ocio de manera creciente por la sencilla razón de que no estamos dispuestos a reconocer con humildad que no tenemos la capacidad de modificar nuestro propio ser.

Entonces, si las propiedades/dones de una persona le son dados,  ¿cómo es que existen personas que habiendo sido orgullosas, se transforman en humildes?

¿Quiere esto decir que los dones de una persona pueden serles dados/quitados a lo largo de su vida, convirtiéndose así en un nuevo ser?

¿Es posible llegar a ser una nueva persona?





¿Cómo llegar a ser una nueva persona?


Para responder a esta pregunta, de vital importancia, antes considero necesario abordar otra no menos importante cuestión y es la siguiente:

¿Cuál es el sentido de la vida?

La gran mayoría de las personas cree conocer la respuesta a esta pregunta, mas lo cierto es que son muy pocos los que conocen verdaderamente el sentido de la vida.

La respuesta más común ante esta cuestión suele ser: "la felicidad" o "disfrutar" y con estas respuestas ponemos fin a toda reflexión y damos por zanjado el asunto.

Ahora, yo te pregunto: ¿Lo dejamos ahí?

¿O estás dispuesto a reconocer, tras una reflexión más profunda, que esta vital cuestión permanece a la sombra mientras cada día te levantas para realizar una rutina que de ningún modo te permite descubrir el verdadero sentido de tu vida?

Si tu respuesta es la de continuar, déjame que te diga una cosa: has hecho bien en seguir buscando. Porque sólo se puede encontrar algo si se busca.

El sentido de la vida tiene mucho que ver con el concepto de la UTILIDAD. Una vida con sentido es una vida útil.

O dicho de otro modo, si pudiésemos conocer la utilidad de nuestra vida habríamos encontrado su sentido.

Antes de continuar, quisiera hacer un inciso sobre el que volveré más adelante: que no conozcas el sentido de tu vida, no significa que tu vida no tenga sentido.

He extraído el significado literal de la palabra ÚTIL: "provechoso, beneficioso, que puede utilizarse para algo; utensilio, herramienta"


Fijémonos especialmente en las dos últimas: utensilio, herramienta. Es decir, que la utilidad es una cualidad propia de los utensilios y de las herramientas.

Si una herramienta fuera inútil, no sería una herramienta. Para nada sirven unas tijeras si no cortan. Decimos que una herramienta es útil, cuando permite cumplir una función concreta en un momento dado y en unas circunstancias determinadas. Pero, ¿puede una herramienta cumplir su función por sí sola? ¿Puede un martillo clavar un clavo por sí solo? ¿Puede un martillo saber dónde hay que clavar un clavo y cuándo?

Obviamente, no. La herramienta sólo es útil si es utilizada, si es útil para su usuario. Un utensilio no sirve de nada sin alguien que lo utilice.

Así pues, en el concepto de utilidad se halla intrínseca la figura de un USUARIO. Por tanto, nuestra vida tiene sentido, si tiene sentido para alguien. Si es útil para alguien.

Y ese alguien es, evidentemente, distinto a la herramienta. Y aún más, ese alguien es superior a la herramienta. ¿Quién es mayor? ¿El martillo o el carpintero? ¿El vestido o el cuerpo? ¿El alimento o la vida?

Sería pues absurdo afirmar que el sentido de la existencia de un martillo es utilizarse a sí mismo, o que unas tijeras son útiles si sirven para cortarse a sí mismas. De igual modo, es absurdo pretender que tu vida sea útil para ti mismo.

Repito: no tiene sentido alguno afirmar que tu vida es útil para ti.

No tiene sentido alguno afirmar que el sentido de la vida es ser feliz uno mismo.

Permíteme que vuelva a resaltar esto último:

No tiene sentido alguno afirmar que el sentido de la vida es ser feliz uno mismo.

Como ya indiqué con anterioridad, la verdadera felicidad es una consecuencia, nunca un fin en sí misma. Es absurdo orientar nuestra vida a la búsqueda de la propia felicidad.

Más bien, reconozcamos que nuestra vida es de utilidad (tiene sentido), sólo si es útil para algo o para alguien que, por definición, está por encima de nosotros.

Antes he dicho: que no conozcas el sentido de tu vida, no significa que tu vida no tenga sentido.

En efecto, puedes estar realizando tu rutina diaria mientras desconoces el sentido de tu vida y, sin embargo, estar cumpliendo con una determinada función para alguien. En tal caso, ese alguien estaría extrayendo una utilidad de ti sin que tú seas consciente de ello.

A menudo, cuando pensamos en que nuestra vida no tiene sentido, en realidad lo que nos sucede es que de algún modo nos damos cuenta de que tiene sentido para alguien que extrae un provecho de nosotros en contra de nuestros deseos más profundos. De alguna manera, nuestra conciencia nos recuerda a quien deberíamos servir y a quién servimos en realidad.

Por tanto, dentro del concepto de utilidad no sólo se halla intrínseca la figura de un usuario sino que también es necesario incluir la función cumplida, la obra.

Herramienta, usuario y obra son tres conceptos que caminan juntos y que son inseparables.

Es decir, que de la utilidad concreta de una herramienta (la obra realizada), también podemos extraer una valiosa información sobre su usuario. Sobre esto volveré más adelante, aunque de momento utilizaré el siguiente ejemplo: el jardinero usa unas tijeras de podar para crear un jardín.

Y por la belleza del jardín conocemos al buen jardinero.

El buen jardinero cuida de su jardín y sabe crear y escoger las herramientas que utiliza.

El buen jardinero cuida también de sus herramientas: las pule, las lubrica, las afila, las suaviza. En definitiva, convierte a una herramienta inútil por sí sola o utilizada en jardines feos y secos, en una herramienta útil para cumplir una función en la creación y cuidado de un hermoso jardín. De ese modo, la herramienta empieza a SER (es decir, a tener sentido su existencia) en el instante en que empieza a SERVIR.

La herramienta empieza a SER en el instante en que empieza a SERVIR.

¿Qué hay mayor para una herramienta de jardín qué SERVIR al mejor jardinero?

Podríamos decir por tanto que, para unas tijeras de podar, el sentido de su vida o existencia es el de pertenecer y servir al mejor jardinero, formar parte de su caja de herramientas.

Tomemos ahora como ejemplo a un animal: el perro. Es fácil darse cuenta de lo absurdo que sería afirmar que el sentido de la vida de un perro es ser feliz él mismo (o que los perros aparecieron súbitamente en nuestro planeta para ser felices). Digamos más bien que la existencia del perro tiene sentido si y sólo si sirve para algo que es mayor que él (la manada, el ecosistema, un rebaño, su amo). La felicidad (alegría y bienestar) del animal no es más que la consecuencia de servir y amar a aquello que está por encima de él, por ejemplo, su amo: el perro obediente y fiel recibe el alimento, el descanso, la protección y el adiestramiento que su amo le proporciona sometiéndolo a pruebas (a veces duras) que aumenten su experiencia y, consiguientemente, su utilidad y valía.

Al igual que el jardinero escoge y cuida sus herramientas (las pule para limar las posibles asperezas), el buen amo escoge y cuida a su perro (le adiestra y le convierte en un animal dócil y fiel).

Como ya introduje con anterioridad, lo que el perro tiene (estados) es irrelevante frente a lo que el perro es (sus dones: fidelidad y valía).

De igual modo, yo afirmo que:

El sentido de la vida del hombre es servir a alguien mayor que el hombre mismo.

Llegados a este punto, ya estamos en condiciones de responder a la pregunta: ¿cómo llegar a ser una nueva persona?

Puesto que tú mismo no tienes la capacidad de modificar tu propio ser, sólo alguien distinto a ti y que es mayor que tú, podría convertirte en una nueva persona.

¿Y de quién estamos hablando?

En la sociedad actual, la inmensa mayoría piensa que la respuesta es: el DINERO.

Y esta es la gran mentira que admitimos cada día:

Que el dinero, herramienta de intercambio creada por el hombre, es mayor que el hombre mismo.

¿Quién es mayor? ¿El martillo o el carpintero? ¿El vestido o el cuerpo? ¿El alimento o la vida? ¿El dinero o el hombre?

Confiamos en que con dinero podremos adquirir alimentos, descanso y protección. Cuando el dinero lo hemos creado nosotros mismos.

¿Consigue el carpintero alimento gracias al dinero?

El carpintero consigue alimento gracias a su esfuerzo y a las habilidades que le han sido dadas, las cuales le permiten realizar una OBRA CON VALOR para alguien que, a cambio de quedarse con la obra realizada por él, le entrega a éste una cantidad de dinero equivalente.

En este ejemplo tenemos cuatro elementos: el carpintero, la persona que se quedará con la obra del carpintero, la obra en sí y el dinero para el intercambio.

Y, de entre estos cuatro elementos, ¿cuál es el único del que podemos prescindir?

El hombre se engaña a sí mismo cuando no reconoce que el que ama al dinero, olvida lo importante en la vida, y en su codicia no descansa jamás y aún así, su dinero no le hace aumentar en sabiduría ni le protege de enfermedades o de la muerte.

Antes he afirmado que de la utilidad concreta de una herramienta (la obra realizada), también podemos extraer una valiosa información sobre su usuario.

Así, propongo como ejemplo a una persona que se esfuerza para ayudar y alimentar a sus hijos y, con el tiempo que le sobra, también ayuda y alimenta a otros niños. Podemos decir que la vida de esta persona es útil, es una herramienta, su vida tiene sentido. Comparemos este ejemplo con el ejemplo del jardinero, la asociación sería la siguiente:

                               Persona ˂----˃ Tijeras de podar
                Ayudar a los niños ˂----˃ Jardín
                                  Niños ˂----˃ Jardinero

Las tijeras son útiles para el jardinero y, del mismo modo, la persona es útil para los niños. Al igual que el jardinero es mayor que las tijeras, para la persona los niños son mayor que ella. Es decir, que la persona sirve a algo mayor que ella misma: los niños.

¿Por qué?  Porque la persona que se esfuerza por los niños, se considera menor que ellos, es HUMILDE.

Las tijeras son útiles para el jardinero. La obra es el jardín.
La persona es útil para los niños. La obra es la alegría de los niños.

Al igual que por la hermosura de un jardín, conocemos al buen jardinero. Por la alegría de los niños, conocemos a la persona que los ayuda y alimenta.

Un amigo me dijo una vez: ¿te has dado cuenta de que a nuestros hijos les solemos llamar diciendo “vida mía”?

Llamamos a nuestros niños “vida mía” porque dan sentido a nuestra vida, y daríamos la vida por ellos, porque son nuestra vida. Y esto es porque llenan nuestro vacío interior.

Porque al SERVIR a los demás nos centramos en el SER, y no en el TENER.

Así es como se puede llegar a ser una nueva persona.


"Porque el Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y para dar su vida en rescate por todos."  Marcos 10:45.

"Ninguno puede servir a dos señores, porque odiará al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas."  Mateo 6:24.



¿Qué es la Verdad?


Podríamos decir que la verdad se define como aquello que es cierto y está estrictamente relacionado (en concordancia) con la realidad.

Si buscas la palabra verdad, encontrarás que existen numerosas definiciones y teorías sobre este concepto, algunas de ellas muy complejas, lo cual no deja de ser sorprendente.


“Conformidad de las cosas con el concepto que de ellas forma la mente”

No hay más que observar a nuestro alrededor para darse cuenta de que todo el mundo parece tener muy claro lo que es la verdad.  Entonces, la pregunta es: si todo el mundo sabe que es la verdad, ¿por qué existen tantas teorías sobre este concepto?

Ya que este blog se titula  “Ciencia y Sabiduría”, no estaría mal que revisáramos lo que han dicho sobre este asunto dos de las personas que más han aportado a la Ciencia:

“Cuando las leyes de la matemática se refieren a la realidad, no son ciertas; cuando son ciertas, no se refieren a la realidad.” Albert Einstein.

“Lo que sabemos es una gota de agua; lo que ignoramos es el océano.” Isaac Newton.

Con estas frases, Einstein y Newton ponen nuestra atención en dos ideas:

1ª La verdad y la realidad no son la misma cosa.

2ª Nuestro entendimiento sólo alcanza a una minúscula parte de la realidad. La mayor parte de la realidad, simplemente la ignoramos.

Sólo por estos dos motivos, deberíamos ser más humildes a la hora de realizar cualquier afirmación como si estuviésemos en posesión de la verdad.  Deberíamos tener PRUDENCIA (más tarde abordaré este importante concepto con más detalle) cada vez que afirmamos y creemos conocer la verdad.

El primer error que cometemos es el de confundir la verdad con la realidad.

La realidad es todo aquello que forma nuestro entorno en un momento dado. La realidad está formada por el tiempo y el espacio y, por tanto, es algo observable, medible y que está en continuo cambio. Por ese motivo, la realidad que se vivía hace dos mil años es distinta de la realidad que se vivía en la Edad Media o de la realidad que vivimos en la actualidad. Además, la realidad que observan dos individuos distintos es también distinta. No ve la misma realidad el que cumple condena en una prisión que el funcionario que trabaja allí, aunque ambos estén en el mismo lugar y en el mismo instante. De hecho hay infinitas realidades: una por cada instante y por cada individuo.  Incluso la misma persona ve la realidad de maneras diferentes en función de su estado de ánimo. Einstein se dio cuenta de que la realidad es un concepto relativo y fue capaz de plasmarlo de forma científica en su Teoría de la Relatividad Especial.


Podríamos hablar durante horas sobre la relatividad pero me gustaría destacar que, básicamente, el tiempo y el espacio son conceptos relativos. Cuando decimos que dos sucesos son simultáneos, es necesario informar de la posición y el estado de movimiento del observador para el cual son simultáneos ya que, para la gran mayoría de observadores, esos dos sucesos no ocurren simultáneamente. Del mismo modo, la distancia entre dos cuerpos también depende del estado de movimiento del observador que mide dicha distancia.

Si dos rayos A y B caen al mismo tiempo en dos puntos distintos de una vía, hay que decir para quien caen al mismo tiempo. Supongamos que el observador que los ve caer simultáneamente está en el punto medio, eso significa que un observador cerca del rayo A verá caer primero el rayo A y luego el B porque la luz procedente del rayo B tarda un tiempo en llegar al observador. Mientras que un observador cercano al rayo B, verá caer primero el rayo B y luego el A.

Dicho de otro modo, lo que para ti es simultáneo, para el resto de seres humanos no tiene porqué serlo necesariamente, de hecho, para la mayoría no lo es.

Insisto: “Lo que para ti es simultáneo, para el resto de seres humanos no tiene porqué serlo.”

Y lo que para ti viaja a una velocidad determinada, para el resto de seres humanos viaja a otra velocidad.

Como todos los sucesos no son simultáneos, siguen un orden en el tiempo y en el espacio, a esto se le llama continuo espacio-tiempo.

El segundo error que cometemos es el de confundir nuestra opinión con la realidad.

A partir de nuestra percepción de la realidad, nos formamos una opinión. Esta opinión, no sólo está basada en nuestra percepción de la realidad, sino que también está influenciada por nuestra manera de ser, por nuestra cultura y costumbres, por nuestros prejuicios y por nuestra experiencia.

El proceso es el siguiente:

REALIDAD  à PERCEPCION DE LA REALIDAD (cultura, costumbres, experiencia) à OPINIÓN

Nuestra percepción de la realidad no es la realidad, y muchísimo menos lo es nuestra opinión. Deberíamos ser muy prudentes al expresar nuestra opinión y, en todo caso, limitarnos a expresar nuestra percepción de la realidad.

Considero fundamental reiterar que la realidad, nuestra percepción de la realidad y nuestra opinión, son tres cosas distintas.

Hay personas que se atreven incluso a emitir un juicio a partir de su opinión (o de la opinión de otros, como las expresadas en la prensa o en la televisión, lo cual es aún más grave).  Se atreven a juzgar a otras personas y dado que piensan que su opinión es la realidad, se consideran justos a sí mismos.

“Lo malo de los que se creen en posesión de la verdad es que cuando tienen que demostrarlo no aciertan ni una.” Camilo José Cela.

En resumen, la realidad es el conjunto de fenómenos observables y medibles en constante cambio que forman nuestro entorno y que están gobernados por las Leyes de la Naturaleza. Nosotros sólo tenemos una percepción parcial y única de la realidad. Ahora bien, si como hemos apuntado, existe una realidad distinta para cada observador y para cada instante, entonces ¿qué es la Verdad?

Para empezar, la Verdad no puede estar sometida a cambios en función del tiempo y del espacio. No es posible que algo fuese “verdad” la semana pasada y esta semana no lo sea, o que algo sea “verdad” aquí y un poco más allá no lo sea. En tal caso, estaríamos hablando de una realidad que teníamos la semana pasada y que difiere de la realidad que tenemos ésta o de una realidad que se percibe aquí diferente de cómo se percibe un poco más allá.

Asimismo, la Verdad no puede estar influenciada por el observador, ya que significaría que existen infinitas verdades y lo que sería verdad para ti, no lo sería para mí.

La Verdad debe tener validez para todos, en todo lugar y en todo tiempo.

“Los hechos son muchos, pero la verdad es una.” Rabindranath Tagore.

La Verdad está fuera de la dimensión espacio-tiempo. La Verdad es la misma siempre, es inmutable y es inquebrantable, y no depende del lugar ni del momento en que se pronuncie o manifieste.  

Digamos que la Verdad es un concepto mucho más amplio que la realidad. La Verdad engloba a todas las realidades que componen el continuo espacio-tiempo y no está sometida a las Leyes que gobiernan el Universo. El hombre, los animales, las plantas, la naturaleza, los planetas, las estrellas, las constelaciones, están sometidos a dichas leyes. La Verdad no. La Verdad está por encima de las Leyes de la Naturaleza.

A la Ciencia no le debería interesar la opinión, ni la percepción de la realidad, debería interesarle sólo la realidad y las Leyes que la gobiernan.

La Sabiduría da un paso más allá y su búsqueda se orienta a la Verdad.

Entonces, si la Verdad está fuera de la dimensión espacio-tiempo, y el hombre sólo puede percibir con sus sentidos lo que se encuentra en esa dimensión, ¿puede el hombre percibir la Verdad?

Pienso que, a priori, la Verdad no es algo que se pueda percibir o sentir, la Verdad se experimenta. La Verdad se vive. La Verdad se es.

Y al vivirla, se manifiesta de muchas formas, algunas de ellas perceptibles con los sentidos.  Podríamos decir que la Verdad actúa como una ley física: por ejemplo, la atracción gravitatoria es invisible pero podemos experimentarla al observar la atracción entre cuerpos. Digamos que algo invisible puede manifestarse en un momento dado de forma perceptible.

El que busca la Verdad con todas sus fuerzas y con toda su alma, descubre la Verdad en la belleza de una flor o en la hermosura de un amanecer, en la sonrisa de un niño, en la mirada de un padre, en una puesta de sol, en un paseo por el campo, en el olor a hierba mojada  o en la alegría de un amigo.

Einstein dijo:  “Hay dos maneras de vivir la vida: una es pensar que nada es un milagro, la otra es pensar que todo lo es”.

Para ilustrar la idea de que la Verdad se vive pondré un ejemplo:  

Cuando un padre ama a un hijo, le corrige para guiarle y le fija unos límites y unas normas por su bien. A partir de ese momento, el hijo tiene una percepción de dichas correcciones, límites y normas y puede formarse una opinión al respecto. Dado que el padre sólo puede basarse en su percepción de la realidad, en un momento dado su percepción puede confundirle y hacerle pensar erróneamente que el hijo debe ser corregido en algún caso. El padre puede equivocarse cuando le corrige, pero no por ello deja de amarle y esa es la Verdad. El hijo vive la Verdad y sabe que su padre le ama aunque se haya equivocado, porque la Verdad no está sometida a la percepción del hombre. La Verdad se manifiesta en el hijo cuando éste vive y conoce que su padre le ama de corazón.

Por tanto, más importante que nuestros actos es nuestra actitud. Más que lo que hacemos, importa el por qué lo hacemos, la intención.

Pondré otro ejemplo: supongamos que un niño rompe un cristal accidentalmente jugando a la pelota, un adulto no debería castigarle si antes ha permitido que jugase donde estaba el peligro. Supongamos que la persona adulta además de poco prudente es cruel en sus castigos. Un segundo niño amigo del primero, conociendo la maldad de esa persona, y para proteger a su amigo, miente diciendo que su amigo no fue quien rompió el cristal para evitar un castigo injusto y cruel; mientras que un tercer niño, que desea ver como castigan al primer niño, dice la verdad al adulto. El segundo niño ha “mentido” mientras que el tercer niño ha dicho la “verdad”, pero ¿qué actitud tiene cada uno? El segundo niño, aún mintiendo, defiende la Verdad: que el primer niño no es responsable de lo ocurrido (y que el adulto lo castigará injustamente); mientras que el segundo, diciendo la “verdad”, defiende a la mentira.

Desde siempre, la mentira ha utilizado verdades a medias para defender su postura.

Por ese motivo, debemos tener menos en cuenta las percepciones y las opiniones y centrarnos en escudriñar la actitud que hay dentro de los corazones.

Pienso que el camino se recorre paso a paso. Poco a poco, demostrando sinceridad en las cosas realmente importantes, todo el mundo ve qué actitud demostramos tanto cuando decimos la verdad como cuando, sin intención o con buena intención, mentimos. Tenemos que ser más humildes. A mí me agrada la gente así y estoy a gusto con personas así, más que con la gente estirada e hipócrita donde todo lo que las rodea es una escenificación, es FALSO.

La Verdad está por encima de todo. Para el que busca la Verdad, la Verdad le abre las puertas a un nuevo mundo donde sólo hay luz y dónde no hay sombras.

Un inciso: la oscuridad es la ausencia de luz, así como la mentira es la ausencia de Verdad. Si una habitación está oscura, al entrar la luz, la oscuridad desaparece. Cuando la Verdad se manifiesta nos ilumina y la mentira se encuentra desnuda antes los ojos de todos. La Verdad vence a la mentira como la luz vence a la oscuridad. La luz está del lado de la Verdad y como hemos visto, la Verdad está por encima del Universo. Curiosamente, Einstein partió de la base de que en el Universo lo único que tenía un valor absoluto igual para todos los observadores era, precisamente, la luz. La velocidad de la luz es la misma para todos los observadores con independencia de su posición y estado de movimiento.

En la página de este blog que se titula ¿en qué consiste la Felicidad? afirmé que el prestigio en la sociedad actual no es más que una ilusión y una mentira y dije que más adelante explicaría el razonamiento que me ha llevado a esa conclusión. Pues bien, el prestigio es sólo una percepción que tienen algunos, luego no es la realidad, pues hemos visto que la Verdad es la misma para todos, en todo momento y en todo tiempo. Al que busca la Verdad y reconoce la Verdad,  la Verdad le hace libre ya que deja de ser esclavo del mundo y del prestigio de este mundo que, como hemos visto es pura escenificación, es falso.

En la segunda página, titulada ¿cómo llegar a ser una nueva persona? afirmé que el sentido de la vida del hombre es servir a alguien mayor que el hombre mismo. La vida de una persona tiene sentido, si es útil para alguien que por definición es mayor que dicha persona; si se esfuerza por servir a otros.  ¿Por qué? porque la persona que se esfuerza por los demás, se considera menor que aquellos, es humilde. Y dado que esto es Verdad, la persona humilde de corazón sirve a la Verdad.

El que ama a la Verdad, sirve a la Verdad. Y el que sirve a la Verdad, descubre el sentido de la vida.

El que ama a la Verdad, es verdadero.

Y el que ama a la Verdad, es parte de la Verdad.

No me cansaré de repetir la importancia de la PRUDENCIA y de la HUMILDAD. La primera la tenemos cuando tomamos conciencia de que lo único que tenemos es una diminuta percepción de la realidad (lo que ignoramos es el océano); con prudencia somos dueños de nuestro silencio para no ser esclavos de nuestras palabras, con prudencia dejamos de juzgar a los demás porque sabemos que la JUSTICIA no está en nuestras manos. La segunda, la HUMILDAD, forma parte de la Verdad misma. La persona humilde se centra en el SER (propiedades de la persona como las del agua) y no en el TENER (estados de la persona) y a partir de ese momento, su vida tiene sentido porque se centra en SERVIR a los demás y eso es así porque la Verdad le hace libre y le da sentido a la Vida.

El que sigue el Camino de la Verdad, encuentra la Vida.


"Jesús le dijo:
- Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí."
Juan 14:6




¿Qué es tener Fe?


Veamos, para comenzar, las definiciones de la palabra Fe que aparecen en el diccionario:

“La Fe (del latín “fides”) es la seguridad o confianza en una persona, cosa, deidad, opinión, doctrinas o enseñanzas de una religión. También puede definirse como la creencia que no está sustentada en pruebas.”



Conviene resaltar las dos afirmaciones explícitas en estas dos definiciones de Fe, y que serán útiles para su posterior análisis. La primera de ellas afirma que la Fe es la seguridad o confianza en una persona o en una religión y, en segundo lugar, se afirma que la Fe es una creencia no sustentada en pruebas.

No comparto plenamente estas dos afirmaciones y explicaré en qué se basa mi postura con un ejemplo: imaginemos a un atleta que lleva años entrenándose para recorrer los 100 metros lisos en menos de 10 segundos. A lo largo de los últimos meses ha conseguido, en varias ocasiones, marcas por debajo de los 10,05 segundos e incluso en una de las pruebas consiguió alcanzar los 10,00 segundos obteniendo así su mejor marca. Imaginemos que dicho atleta se enfrenta hoy a una prueba para la cual, como hemos dicho, se ha venido preparando durante mucho tiempo; y en los instantes previos a la carrera, basándose en su estado físico, en su estado de ánimo, en su experiencia y en su intuición, siente una Fe plena en sí mismo y en sus facultades hasta el punto de experimentar con nitidez y certeza que va a superar su mejor marca. Tras conseguir una marca de 9,98 segundos y ser entrevistado posteriormente, el atleta afirma: “en todo momento he tenido Fe en que lo conseguiría”.

En este ejemplo podemos apreciar que la primera afirmación es correcta dado que según la definición recogida por el diccionario se puede tener Fe en una persona y, en el ejemplo anterior, el atleta tiene Fe en sí mismo como persona. No obstante, existe la tendencia a asociar la Fe con la religión cuando las situaciones donde aparece la Fe conceptualmente cubren un campo de acción mayor al que se restringe sólo el ámbito de la religión y en el citado ejemplo vemos que así es. Y, por otro lado, podemos afirmar que la segunda de las definiciones no sería plenamente válida o, cuando menos, estaría incompleta pues afirma que la Fe no se sustenta en pruebas y, aunque es obvio que el atleta de nuestro ejemplo no puede predecir el futuro ni anticiparse al resultado que obtendrá en su carrera, ¿sería correcto decir que no tenía pruebas ni evidencias suficientes que fortaleciesen su convicción en el resultado que él esperaba? El atleta se ha basado a priori en sus sentidos: en la percepción sensorial de su propio estado físico, en su estado de ánimo, así como en su experiencia y en su intuición y, por lo tanto, podemos afirmar que tenía evidencias suficientes (razones) para creer con plena convicción en el resultado que esperaba y que finalmente obtuvo. 

El atleta tiene razones para su Fe. Por tanto, el proceso que le conduce a tal convicción no es en absoluto irracional sino todo lo contrario, su Fe es plenamente racional pues se basa en resultados históricos medibles así como en la percepción sensorial del atleta sobre su propio estado físico.
Ahora, con este comentario previo sobre las definiciones anteriormente citadas del concepto Fe, ya podemos introducir la definición bíblica de este concepto:

“Es, pues, la Fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”.
Hebreos 11:1.

Mediante el ejemplo citado anteriormente hemos visto que la Fe del atleta es una Fe completamente racional. Entonces, ¿por qué hay personas que movidas por la fe en una determinada religión llegan a cometer atrocidades de una forma totalmente irracional? La respuesta es que a estas personas no las mueve la Fe sino, simplemente, la manipulación y la mentira. Manipulación y mentira que a menudo pueden llegar a cegar o enloquecer a las personas como resultado de una deliberada estrategia de adoctrinamiento orientada a acrecentar el odio y la violencia.

La mentira lo destruye todo: termina con la confianza entre personas destruyendo la relación entre ellas. La mentira es la muerte y, desde siempre, sus hipócritas defensores han encontrado “verdades” sobre las que sustentar la falsedad de sus doctrinas y así poder manipular a las personas en su propio interés. Esta es, ni más ni menos, la definición de hipocresía:

“La hipocresía puede venir del deseo de esconder de los demás motivos reales o sentimientos. La hipocresía es la inconsistencia entre aquello que se defiende y aquello que se hace, entre aquello que se siente y aquello que se dice, […] un hipócrita es alguien que esconde sus intenciones y verdadera personalidad.”


Todos somos manipulables por la mentira y la hipocresía de aquellos quienes conocen y manejan con precisión el método a seguir para condicionarnos a través de nuestros sentimientos y cegar nuestro entendimiento. Pero, como expliqué en el apartado “¿Qué es la Verdad?”, la verdad debe ser inmutable y no depender ni del momento en el que se pronuncia, ni del lugar, ni de la persona. Y puesto que los sentimientos obviamente dependen de cada persona, por definición no pueden ofrecernos la verdad, sino más bien la visión personal que tenemos sobre un hecho, suceso, o situación determinada, en base a cómo nos ha afectado emocionalmente de manera particular y personal. Esta afirmación se recoge claramente en el Antiguo Testamento: 

“Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?”
Jeremías 17:9.

En consecuencia, si no queremos ser engañados por la mentira, no podemos confiar en nuestro propio corazón, y debemos confiar sólo en la Verdad.

Así, de lo que acabamos de ver se desprenderían algunas conclusiones que voy a enunciar a continuación:

1ª conclusión: existe por una lado lo que podríamos denominar como “Fe racional” o simplemente Fe, que sería una Fe basada en la percepción, en la experiencia, en las evidencias, así como en los conocimientos, en la intuición y en la inteligencia, y que dotan a la persona de una razonable y firme convicción de certeza sobre aquello en lo que se deposita dicha Fe, haciéndola pensar y actuar de manera coherente con tal certeza; y, por otro lado, existe otro tipo de fe (personalmente no la llamaría así) que podríamos denominar “fe irracional”, “fe o confianza ciega” o “fe manipulada”, que movería a la persona a actuar sin que su comportamiento se basara en ningún tipo de evidencia, sino más bien el motor de sus actos sería una convicción irracional provocada por un desorden psicológico (ceguera o locura) o bien el motor de su conducta se originaría en la mentira, la manipulación y el adoctrinamiento premeditado, impulsando a la persona a actuar con la única esperanza (fe ciega) de obtener una falsa satisfacción así como la aprobación de quienes la han manipulado.

Para corroborar la validez de esta primera conclusión, quisiera recordar la frase que citó uno de los más prolíficos inventores de la historia de la ciencia, Thomas Alva Edison:

 "No fueron mil intentos fallidos, fue un invento de mil pasos "

Estas fueron las palabras pronunciadas por Edison el 21 de octubre de 1916, cuando dio a conocer al mundo el proceso por el cual había conseguido crear la bombilla incandescente de alta resistencia.
Sin duda, Edison tuvo que realizar mil pasos que finalmente le llevaron a la invención final de la bombilla, pero la pregunta es: ¿por qué no abandonó cuando llevaba 400 intentos? ¿Por qué perseveró hasta el final y dio esos mil pasos? La respuesta es clara: porque Edison tenía Fe. Edison tenía la certeza de lo que esperaba. Una certeza basada en sus conocimientos teóricos sobre la electricidad así como en los experimentos que había realizado anteriormente y, por supuesto, una certeza basada en su inteligencia e intuición. Esto es lo que denomino Fe racional o simplemente Fe y, de hecho, cualquier otra fe que no sea racional, sugiero que deberíamos dejar de denominarla Fe. Para mí, sería mucho más apropiado decir que unos extremistas religiosos perpetraron un atentado movidos por su ceguera o por su ignorancia, a decir que fueron movidos por su fe.

“Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.”
Lucas 23:34.

2ª conclusión: la Fe no tiene por qué estar necesariamente vinculada a la religión.  Prueba de ello son los dos ejemplos presentados: en primer lugar hablamos de la Fe que el atleta tiene en sí mismo y, en segundo lugar, hemos mencionado la Fe que el científico tiene en el resultado eventual de su experimentación sobre la base racional de sus conocimientos y de su experiencia así como de su inteligencia e intuición.
Así como estas dos conclusiones ponen de manifiesto que la definición  de fe que aparece en el diccionario: “creencia no sustentada en pruebas” no sería correcta, asimismo guardan plena coherencia con la definición de Fe que nos ofrecen Las Escrituras en el citado versículo de Hebreos 11:1.

“Es, pues, la Fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”.

Y aún más, esta definición no sólo afirma que la Fe es certeza de algo que se espera sino que no necesitamos ver para tener la convicción.

Tenemos pruebas maravillosas de la Verdad que hay tras esta definición: no sólo no necesitamos ver algo para tener la convicción de ello sino que podemos llegar incluso a enunciar tal certeza en lenguaje matemático y verificarlo posteriormente en la Naturaleza y un buen ejemplo de ello es la Gravedad.

Nadie ha visto jamás la fuerza de la Gravedad. Es más, siendo rigurosos deberíamos decir que no solamente nadie ha visto jamás las fuerzas gravitatorias, sino que nadie sabe realmente qué son y por qué existen tales fuerzas. Tampoco Isaac Newton vio jamás la Gravedad y, sin embargo, dedujo que debían existir unas fuerzas de atracción invisibles entre los cuerpos a las cuales denominó fuerzas gravitacionales o Gravedad y no sólo les puso nombre sino que además enunció la Ley que gobierna dichas fuerzas, esto es la Ley de la Gravitación Universal, la cual predice que “la fuerza de atracción ejercida entre dos cuerpos separados por una distancia es proporcional al producto de sus masas e inversamente proporcional al cuadrado de la distancia que los separa”. 

No me cabe la menor duda de que el mayor científico que nos ha dado la historia de la humanidad, Isaac Newton, descubrió las Leyes físicas que gobiernan las fuerzas de la naturaleza y describen el comportamiento de la materia, impulsado por su Fe. Es decir, su certeza en lo que esperaba, y su convicción en lo que no se ve.

En contraposición con lo anterior, ¿cuántas veces nos ha parecido ver algo que más tarde no era como aparecía en un principio? o ¿en qué grado deberíamos confiar en lo que vemos? Cuando por ejemplo nos encontramos ante un truco de prestidigitación, a menudo aparecen cosas que inicialmente no se veían y desaparecen cosas que se veían en un principio, es decir, nuestros ojos no sólo no son infalibles sino que nos pueden confundir con relativa facilidad.

Paradójicamente, gracias a la Fe, ¡podemos tener más certeza de lo que no se ve que de lo que se ve!  ¡¡Qué gran ironía!!

Newton tenía Fe en la existencia de una razón creadora del universo así como de las leyes inteligentes que lo sustentan, precisamente porque sabía que tal inteligencia cuya esencia era racional y matemática no podía haber surgido de la nada. Y esa Fe absolutamente racional le llevó a descubrir la Ley de la Gravitación Universal que permitía calcular y predecir con exactitud el valor de unas fuerzas invisibles existentes en todo lugar del Universo y en todo tiempo y que fueron establecidas en el momento en el que aparecieron el espacio, la materia, la energía, la luz y el tiempo.

Sabemos que en el Universo los acontecimientos siguen un orden establecido, de forma que todo efecto procede de una causa anterior. La causa es primero y con el transcurso de un determinado tiempo, surge el efecto. Primero plantamos una semilla y luego nace la planta. Por tanto, para todo efecto debemos buscar una causa anterior en el tiempo. Pero si en el principio no había tiempo, tampoco pudo haber un elemento causal. En consecuencia, deducimos que el Universo no apareció por una causa, sino por una razón. Es decir, hubo un propósito. Cuando decimos que tenemos la certeza de que el Universo, la naturaleza y la vida existen por alguna razón, estamos diciendo que tenemos Fe en un Creador.

Pensemos por un momento en esa razón creadora. Los científicos han encontrado pruebas del que el Universo tuvo un principio y la astronomía ha estimado que pudo haber sido creado hace unos 14.000 millones de años, momento en el que apareció la materia, el tiempo y el espacio a partir de la nada. Pero es obvio que de la nada, nada surge. Si tomamos una caja vacía, continuará estando vacía, salvo que un agente externo a la caja deposite algo dentro. Si antes del Universo, no había nada (ni tiempo, ni espacio, ni materia), la lógica nos permite deducir varias cosas:

Primera: el agente Creador del Universo es eterno (intemporal e inmaterial) dado que antes del Universo no había tiempo, ni espacio, ni materia.

Segunda: dicho Creador es asimismo inteligente puesto que las Leyes que estableció para gobernar el Universo son inteligibles, tal y como la ciencia ha demostrado.

Y tercera: el Creador conoce y está por encima de todo lo creado: el tiempo, el espacio y la materia, por lo que es omnisciente, omnipotente y omnipresente. Estos atributos, por definición, solo los posee Dios.

“En el principio creó Dios los cielos y la tierra.”
Génesis 1:1

Por último, pero no por ello menos importante, podemos preguntarnos de dónde procede la Fe o que es lo que la origina. Como hemos visto en los ejemplos anteriores, la acción de depositar nuestra Fe en una persona o en una cosa sigue un proceso totalmente racional basado en nuestras capacidades cognitivas, conocimientos, experiencia e intuición. Por consiguiente, el origen de la Fe debe hallarse en esos elementos. Es obvio que las capacidades cognitivas y la inteligencia de una persona le son dadas puesto que son atributos presentes desde su nacimiento. Si admitimos que, en la experiencia vivida cada día, existe un alto grado de elementos que no dependen de la persona y que la misma no puede escoger, tales como el lugar, las personas con las que interacciona, el entorno económico, etc., podríamos decir que la Fe, en esencia, es algo que no escogemos y que nos viene dado como una propiedad personal necesaria para la propia supervivencia del ser humano, ya que si el hombre no tuviera confianza (certeza o Fe) en nada, su vida sería inviable pues no podría confiar en sus padres, ni en sus hijos, ni podría confiar en la seguridad de su casa o de su vehículo, no podría tener Fe en sus propias facultades físicas, no podría confiar en nada escrito, tampoco podría confiar en sus sentidos, ni siquiera en su propia inteligencia, con lo que cada acto sería completamente caótico, falto de sentido y sin propósito alguno.

“Vivimos por Fe, no por vista.”
2 Corintios 5:7


¿Crees en la imposibilidad científica de que todo haya sido creado por la nada?




¿Existe Dios?



A lo largo de la historia el tema de la existencia de Dios ha ocasionado mucha controversia. En nuestro tiempo, este tema parece haberse dejado de lado y se le ha restado importancia probablemente porque vivimos en una sociedad principalmente atea o cuando menos laica. Pero si somos sinceros, tener  conocimiento acerca de la existencia o no existencia de Dios es un tema de vital relevancia. Si tuviésemos la certeza de que Dios existe, nuestra perspectiva del mundo cambiaría significativamente y, en contra posición, si tuviésemos la certeza de que no existe, aparecerían ante nosotros serios problemas en asuntos tan esenciales como lo son el sentido de la vida y la justicia. El objetivo de esta disertación es el de dar argumentos lógicamente deducibles a favor de la existencia de Dios; al tiempo que se rebatirán los contraargumentos más comunes en contra de esta postura.

Aunque existen otros argumentos, el argumento principal que utilizaremos para sustentar la existencia de Dios recibe el nombre de argumento cosmológico. Este argumento ha sido presentado tanto por filósofos antiguos como por filósofos contemporáneos a través de un razonamiento lógico deductivo. No obstante, en la actualidad el argumento cosmológico ha dado un paso adelante gracias a los recientes descubrimientos astronómicos, los cuales han mostrado que el universo (cosmos) comenzó a existir hace aproximadamente 14.000 millones de años. Según la ciencia, en ese instante, más conocido como “Big Bang”, empezaron a existir el espacio, la materia, la energía y el tiempo.

A continuación, vamos a exponer dos versiones diferenciadas del argumento cosmológico: en primer lugar; la versión Kalam y en segundo lugar; la versión leibniziana. La versión Kalam parte del comienzo del universo a través de la premisa inicial por la cual toda cosa que empieza a existir tiene una causa de su existencia y, dado que el universo empezó a existir, deducimos que el universo tiene una causa de su existencia. Por otro lado, la versión leibniziana parte de la contingencia del universo. Decimos que el universo es contingente porque la causa de su existencia está fuera de sí mismo. En ese sentido, la premisa inicial de la versión leibniziana, también conocida como principio de razón suficiente de Leibniz, afirma que todo lo que existe tiene una explicación de su existencia; o bien en la necesidad de su naturaleza o bien en una causa externa y, puesto que el universo es contingente (no puede tener la explicación de su existencia en la necesidad de su naturaleza), deducimos que el universo tiene la explicación de su existencia en una causa externa. Ambas versiones son argumentos deductivos lógicamente válidos, es decir, aceptadas las premisas, la conclusión se sigue necesariamente. Como consecuencia de estas dos versiones del argumento cosmológico deducimos que el universo tuvo una causa y, ya que en el comienzo no existían ni el espacio, ni la materia, ni la energía, ni el tiempo, esta causa debe ser a-espacial, inmaterial, omnipotente, sin comienzo y eterna. Asimismo, dado que el universo está gobernado por leyes inteligentes, la causa del origen del universo también debe ser inteligente (omnisciente). Todos estos atributos encajan en la definición de lo que los teístas llaman Dios. Por tanto, la causa del universo es Dios y es una causa necesaria y sin comienzo.

Uno de los contraargumentos más habituales en contra de la existencia de Dios es afirmar que el universo se causó a sí mismo en el momento del “Big Bang”, pero este argumento es contradictorio, porque para que el universo pudiera causarse a sí mismo debería existir antes que sí mismo, y eso es imposible. Lo que nosotros afirmamos es que todo lo que comienza a existir tiene una causa de su existencia, siendo necesaria una primera causa incausada.  Dios es, por tanto, la única causa incausada, es decir, que no tiene causa.

De igual manera, otro contraargumento muy utilizado es afirmar que aunque es cierto que hay muchas cosas del universo que no conocemos, a medida que la ciencia progrese se irán descubriendo y no necesitaremos afirmar la existencia de Dios para explicarlo. Este contraargumento suena convincente, hasta que nos planteamos los límites del conocimiento científico. Que la ciencia haya explicado muchas cosas en el pasado no quiere decir que la ciencia pueda explicarlo todo, ya que hay muchas cosas que quedan fuera del alcance del método científico. Hay personas que afirman que Dios es un invento de la mente humana para explicar todo aquello que se escapa a nuestro conocimiento. Es cierto que en el pasado se le atribuyó a dioses el ser la razón de muchas cosas inexplicables que la ciencia ha ido explicando posteriormente pero nosotros, al utilizar el argumento cosmológico, no nos estamos basando en lo que desconocemos sobre el universo sino que apelamos, precisamente, a aquello que sí conocemos del universo: que empezó a existir hace 14.000 millones de años.

Por todo ello, podemos concluir que en base al argumento cosmológico que acabamos de explicar, se deduce la existencia de Dios y, que los contraargumentos más comunes en contra de dicho argumento, o bien son contradictorios, o bien se apoyan en alguna forma de cientificismo (creencia injustificada en que la ciencia puede explicarlo todo) que convendría revisar, pues la ciencia sólo puede llegar a explicar aquello que esté al alcance de su método, pero no más. Y, ciertamente, en la sociedad actual es muy común creer que la ciencia puede explicarlo todo pero, ¿acaso puede la ciencia explicar el amor?, ¿puede la ciencia diferenciar entre el bien y el mal?, ¿puede la ciencia mostrarnos el sentido de la vida?, ¿puede acaso la ciencia explicar a Dios?


"Él les dijo: Lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios."
Lucas 18:27



¿Cual es la razón de nuestra existencia? ¿Por qué hay vida?


Dios es eterno y es la razón de todo lo que existe. Veamos: Cómo se explica mi existencia? Muy sencillo: en mis padres. Si mis padres no se hubieran unido, yo no existiría. Y ellos están fuera de mí y son antes que yo. Y sin embargo, no escogieron nada de mí: ni mi estatura, ni el color de mis ojos, nada... Así pues, tuvo que ser otra cosa la que escogió mi ser. Entonces, la razón de mi existencia está fuera de mí y es antes de mí, y además está por encima de mis padres. En consecuencia, la razón de la existencia del hombre está fuera del hombre y es antes del hombre, y además es superior al hombre. Hay algo en el universo superior al hombre? Algo capaz de crear personas? Obviamente sí, de lo contrario no existiríamos.

A menudo sucede que no se avanza en el conocimiento de una determinada materia o disciplina porque se habla de cosas distintas. Para una mayor claridad de esta exposición acerca de la razón de nuestra existencia, tomaré la definición que aparece en la Wikipedia o en la RAE de los siguientes conceptos:
1. Sentido. Razón de ser, finalidad o justificación de algo.

2. Vida. El término vida (en latín: vita) desde la biología, hace referencia a aquello que distingue a los animales, plantas, hongos, protistas, arqueas y bacterias del resto de las realidades naturales. Implica las capacidades de organización, crecimiento, metabolizar, responder a estímulos externos, reproducirse y morir.

3. ADN. El ácido desoxirribonucleico, conocido también por las siglas ADN, es un ácido nucleico que contiene las instrucciones genéticas usadas en el desarrollo y funcionamiento de todos los organismos vivos​ y algunos virus; también es responsable de la transmisión hereditaria. La función principal de la molécula de ADN es el almacenamiento a largo plazo de información para construir otros componentes de las células, como las proteínas y las moléculas de ARN.

4. Dios. Ser supremo omnipotente, omnipresente, omnisciente y personal en religiones teístas y deístas.

https://es.wikipedia.org/wiki/Dios Ahora, habiendo convenido en el significado de estas 4 palabras y aceptando las anteriores definiciones, procedo a exponer mi respuesta, siempre con espíritu constructivo. El Universo es un sistema en movimiento formado por espacio, tiempo, materia y energía gobernados por leyes inteligentes (*) tales como las leyes de la mecánica, la electrostática, la termodinámica, etc. Todos los cambios en el Universo están sujetos al principio de causalidad (o principio de causa y efecto) siguiendo un orden temporal establecido. Primero plantamos una semilla en la tierra y, transcurrido un cierto tiempo, nace un árbol. Este principio no puede darse a la inversa: esto es, no puede nacer el árbol antes de plantar la semilla. La causa (semilla) es anterior y, transcurrido un cierto lapso de tiempo, produce un efecto siempre posterior (árbol). Todo efecto, tiene una causa. Y todo lo que empieza a existir, tiene una causa de su existencia. El árbol empieza a existir debido a una causa: la semilla. Los astrónomos han demostrado que el Universo empezó a existir hace unos 14.000 millones de años, momento en el cual aparecieron el espacio, el tiempo y la materia, gobernados por leyes inteligibles tales como la ley de la gravitación universal. Por tanto, dado que el Universo empezó a existir, deducimos que el Universo tuvo una causa. Dicha causa deducimos que no es material pues no existía la materia, también deducimos que es intemporal (eterna y omnipresente) pues no existía el tiempo, también sabemos que contiene todo el conocimiento del Universo (es omnisciente) y todo el poder necesario para crear el Universo (omnipotente). Esta causa contiene, por tanto, los atributos de aquello que se define en el diccionario con la palabra Dios, según la definición 4. Ahora bien, según el principio de causalidad sabemos que es necesario el transcurso de un cierto tiempo para que la causa produzca el efecto correspondiente. ¿Pero cómo pudo Dios ser la causa del Universo y en consecuencia del tiempo, si aún no había tiempo?

Porque Dios no creó el Universo por una causa, sino por una razón. Lo explicaré con un ejemplo: si yo instruyo a mi hijo y le transmito una información útil para guiarle y gracias a ello se convierte en una persona sensata, ¿podría decirse que mi hijo es sensato debido a una causa material? Ciertamente, no. La sensatez no es el efecto de ninguna causa material. No es por una causa que mi hijo sea sensato, sino por una razón. La sensatez, la humildad, la inteligencia, la bondad… no existen por ninguna causa sino por alguna razón. Es decir, tienen un sentido según la definición 1. En efecto, Dios no tuvo una causa para el origen del Universo, sino una razón. Fíjate en un detalle: yo le transmito intencionadamente a mi hijo una información, y ese acto es la razón de la sensatez de mi hijo; tiene todo el sentido de la definición 1 (es la razón de ser, justificación o finalidad de mi acto y de mi FUNCIÓN como padre: producir sensatez en mi hijo). Esto es exactamente lo que sucede con la vida y el ADN (la FUNCIÓN principal de la molécula de ADN es el almacenamiento a largo plazo de información para producir otros componentes de las células). Es decir, esa transmisión de información tan compleja no se produce por ninguna causa, sino por una razón y, por consiguiente, con una intención. Tiene pues un sentido (razón de ser). No puedes evitar pestañear ni respirar. No has escogido ni un solo cabello, ni el color de tus ojos, ni tu sexo, ni tu estatura…no has escogido ni una sola cosa de las que fue formada tu propia sustancia. Sino que estaban escritas en un núcleo de ADN que contenía todas las instrucciones genéticas para tu completo desarrollo como ser único e irrepetible. Toda esa información (mucho más compleja que la que yo pueda transmitir a mi hijo) estaba detallada desde antes de tu concepción en el vientre de tu madre en un LIBRO de instrucciones escrito bajo un código indescifrable (podríamos decir que secreto) compuesto por millones de caracteres denominado código genético. 1.000 años antes de Cristo, en el Antiguo Testamento, el salmista escribió lo siguiente: “Porque tú formaste mis entrañas; Tú me hiciste en el vientre de mi madre. Te alabaré; porque formidables, maravillosas: maravillosas son tus obras; y mi alma lo sabe muy bien. Mi sustancia no fue encubierto de ti, cuando en secreto fui formado, y entretejido en lo más profundo de la tierra. Tus ojos vieron mi sustancia, aún siendo imperfecto; y en tu LIBRO todas estaban escritas, aquellas cosas que fueron luego formadas, sin faltar una de ellas.

Salmos 139. Versículos 13 al 16. https://es.qwe.wiki/wiki/Psalm_139
¿Aún crees que no tiene sentido (razón de ser) la vida?. De cierto, de cierto te digo que estás aquí por alguna razón.


"Dios no juega a los dados"
Albert Einstein.



(*) Afirmo que las leyes de la naturaleza son inteligentes por dos motivos:

1. Se pueden transcribir en un lenguaje inteligible: el lenguaje matemático y, por tanto, contienen una inteligencia intrínseca.

2. Transmiten conocimiento a la materia de forma inequívoca. Lo explicaré con un ejemplo: la segunda ley de Newton afirma que la fuerza es igual al producto de la masa por la aceleración: F=m·a. El peso es una fuerza de atracción de origen gravitatorio y por tanto proporcional a la masa multiplicada por la aceleración de la gravedad (g=9,81 m/s2): P=m·g. Eso significa que la fuerza con la que atrae la Tierra a una persona de 80 kg es de 784,8 N, mientras que la fuerza con la que atrae la Tierra a una persona de 40 kg es justamente la mitad: 392,4 N. La pregunta es: ¿Cómo sabe la Tierra que debe atraer a una persona con la mitad de fuerza que a la otra? ¿Cómo sabe qué persona pesa más y qué persona pesa menos? ¿Cómo sabe la Tierra la masa de cada persona? De hecho, la Tierra conoce la masa de TODOS los cuerpos del Universo, ¿cómo tiene ese conocimiento? Porque la segunda Ley de Newton es inteligente y por ella todos los cuerpos son informados sobre la masa exacta que contienen el resto de cuerpos celestes.


¿Crees en la imposibilidad científica de que todo haya sido creado por la nada?

"Cuando la solución es sencilla, Dios nos ha sonreído"
Albert Einstein



"Si yo no hubiera tenido una fe absoluta en la armonía de la Creación, no hubiera tratado durante treinta años de expresarla en una fórmula matemática" (Albert Einstein; cit. en 1943; Hermanns, Einstein and the Poet: In Search of the Cosmic Man, 1983:61).
"Dios es un misterio, pero un misterio comprensible. No tengo nada sino admiración cuando observo las leyes de la naturaleza. No hay leyes sin un Legislador" (Albert Einstein, cit. en William Hermanns, Einstein and the Poet: In Search of the Cosmic Man (1983), p. 106).




















































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