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4. ¿Qué es tener Fe?


Veamos, para comenzar, las definiciones de la palabra Fe que aparecen en el diccionario:

“La Fe (del latín “fides”) es la seguridad o confianza en una persona, cosa, deidad, opinión, doctrinas o enseñanzas de una religión. También puede definirse como la creencia que no está sustentada en pruebas.”



Conviene resaltar las dos afirmaciones explícitas en estas dos definiciones de Fe, y que serán útiles para su posterior análisis. La primera de ellas afirma que la Fe es la seguridad o confianza en una persona o en una religión y, en segundo lugar, se afirma que la Fe es una creencia no sustentada en pruebas.

No comparto plenamente estas dos afirmaciones y explicaré en qué se basa mi postura con un ejemplo: imaginemos a un atleta que lleva años entrenándose para recorrer los 100 metros lisos en menos de 10 segundos. A lo largo de los últimos meses ha conseguido, en varias ocasiones, marcas por debajo de los 10,05 segundos e incluso en una de las pruebas consiguió alcanzar los 10,00 segundos obteniendo así su mejor marca. Imaginemos que dicho atleta se enfrenta hoy a una prueba para la cual, como hemos dicho, se ha venido preparando durante mucho tiempo; y en los instantes previos a la carrera, basándose en su estado físico, en su estado de ánimo, en su experiencia y en su intuición, siente una Fe plena en sí mismo y en sus facultades hasta el punto de experimentar con nitidez y certeza que va a superar su mejor marca. Tras conseguir una marca de 9,98 segundos y ser entrevistado posteriormente, el atleta afirma: “en todo momento he tenido Fe en que lo conseguiría”.

En este ejemplo podemos apreciar que la primera afirmación es correcta dado que según la definición recogida por el diccionario se puede tener Fe en una persona y, en el ejemplo anterior, el atleta tiene Fe en sí mismo como persona. No obstante, existe la tendencia a asociar la Fe con la religión cuando las situaciones donde aparece la Fe conceptualmente cubren un campo de acción mayor al que se restringe sólo el ámbito de la religión y en el citado ejemplo vemos que así es. Y, por otro lado, podemos afirmar que la segunda de las definiciones no sería plenamente válida o, cuando menos, estaría incompleta pues afirma que la Fe no se sustenta en pruebas y, aunque es obvio que el atleta de nuestro ejemplo no puede predecir el futuro ni anticiparse al resultado que obtendrá en su carrera, ¿sería correcto decir que no tenía pruebas ni evidencias suficientes que fortaleciesen su convicción en el resultado que él esperaba? El atleta se ha basado a priori en sus sentidos: en la percepción sensorial de su propio estado físico, en su estado de ánimo, así como en su experiencia y en su intuición y, por lo tanto, podemos afirmar que tenía evidencias suficientes (razones) para creer con plena convicción en el resultado que esperaba y que finalmente obtuvo. 

El atleta tiene razones para su Fe. Por tanto, el proceso que le conduce a tal convicción no es en absoluto irracional sino todo lo contrario, su Fe es plenamente racional pues se basa en resultados históricos medibles así como en la percepción sensorial del atleta sobre su propio estado físico.
Ahora, con este comentario previo sobre las definiciones anteriormente citadas del concepto Fe, ya podemos introducir la definición bíblica de este concepto:

“Es, pues, la Fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”.
Hebreos 11:1.

Mediante el ejemplo citado anteriormente hemos visto que la Fe del atleta es una Fe completamente racional. Entonces, ¿por qué hay personas que movidas por la fe en una determinada religión llegan a cometer atrocidades de una forma totalmente irracional? La respuesta es que a estas personas no las mueve la Fe sino, simplemente, la manipulación y la mentira. Manipulación y mentira que a menudo pueden llegar a cegar o enloquecer a las personas como resultado de una deliberada estrategia de adoctrinamiento orientada a acrecentar el odio y la violencia.

La mentira lo destruye todo: termina con la confianza entre personas destruyendo la relación entre ellas. La mentira es la muerte y, desde siempre, sus hipócritas defensores han encontrado “verdades” sobre las que sustentar la falsedad de sus doctrinas y así poder manipular a las personas en su propio interés. Esta es, ni más ni menos, la definición de hipocresía:

“La hipocresía puede venir del deseo de esconder de los demás motivos reales o sentimientos. La hipocresía es la inconsistencia entre aquello que se defiende y aquello que se hace, entre aquello que se siente y aquello que se dice, […] un hipócrita es alguien que esconde sus intenciones y verdadera personalidad.”


Todos somos manipulables por la mentira y la hipocresía de aquellos quienes conocen y manejan con precisión el método a seguir para condicionarnos a través de nuestros sentimientos y cegar nuestro entendimiento. Pero, como expliqué en el apartado “¿Qué es la Verdad?”, la verdad debe ser inmutable y no depender ni del momento en el que se pronuncia, ni del lugar, ni de la persona. Y puesto que los sentimientos obviamente dependen de cada persona, por definición no pueden ofrecernos la verdad, sino más bien la visión personal que tenemos sobre un hecho, suceso, o situación determinada, en base a cómo nos ha afectado emocionalmente de manera particular y personal. Esta afirmación se recoge claramente en el Antiguo Testamento: 

“Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?”
Jeremías 17:9.

En consecuencia, si no queremos ser engañados por la mentira, no podemos confiar en nuestro propio corazón, y debemos confiar sólo en la Verdad.

Así, de lo que acabamos de ver se desprenderían algunas conclusiones que voy a enunciar a continuación:

1ª conclusión: existe por una lado lo que podríamos denominar como “Fe racional” o simplemente Fe, que sería una Fe basada en la percepción, en la experiencia, en las evidencias, así como en los conocimientos, en la intuición y en la inteligencia, y que dotan a la persona de una razonable y firme convicción de certeza sobre aquello en lo que se deposita dicha Fe, haciéndola pensar y actuar de manera coherente con tal certeza; y, por otro lado, existe otro tipo de fe (personalmente no la llamaría así) que podríamos denominar “fe irracional”, “fe o confianza ciega” o “fe manipulada”, que movería a la persona a actuar sin que su comportamiento se basara en ningún tipo de evidencia, sino más bien el motor de sus actos sería una convicción irracional provocada por un desorden psicológico (ceguera o locura) o bien el motor de su conducta se originaría en la mentira, la manipulación y el adoctrinamiento premeditado, impulsando a la persona a actuar con la única esperanza (fe ciega) de obtener una falsa satisfacción así como la aprobación de quienes la han manipulado.

Para corroborar la validez de esta primera conclusión, quisiera recordar la frase que citó uno de los más prolíficos inventores de la historia de la ciencia, Thomas Alva Edison:

 "No fueron mil intentos fallidos, fue un invento de mil pasos "

Estas fueron las palabras pronunciadas por Edison el 21 de octubre de 1916, cuando dio a conocer al mundo el proceso por el cual había conseguido crear la bombilla incandescente de alta resistencia.
Sin duda, Edison tuvo que realizar mil pasos que finalmente le llevaron a la invención final de la bombilla, pero la pregunta es: ¿por qué no abandonó cuando llevaba 400 intentos? ¿Por qué perseveró hasta el final y dio esos mil pasos? La respuesta es clara: porque Edison tenía Fe. Edison tenía la certeza de lo que esperaba. Una certeza basada en sus conocimientos teóricos sobre la electricidad así como en los experimentos que había realizado anteriormente y, por supuesto, una certeza basada en su inteligencia e intuición. Esto es lo que denomino Fe racional o simplemente Fe y, de hecho, cualquier otra fe que no sea racional, sugiero que deberíamos dejar de denominarla Fe. Para mí, sería mucho más apropiado decir que unos extremistas religiosos perpetraron un atentado movidos por su ceguera o por su ignorancia, a decir que fueron movidos por su fe.

“Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.”
Lucas 23:34.

2ª conclusión: la Fe no tiene por qué estar necesariamente vinculada a la religión.  Prueba de ello son los dos ejemplos presentados: en primer lugar hablamos de la Fe que el atleta tiene en sí mismo y, en segundo lugar, hemos mencionado la Fe que el científico tiene en el resultado eventual de su experimentación sobre la base racional de sus conocimientos y de su experiencia así como de su inteligencia e intuición.
Así como estas dos conclusiones ponen de manifiesto que la definición  de fe que aparece en el diccionario: “creencia no sustentada en pruebas” no sería correcta, asimismo guardan plena coherencia con la definición de Fe que nos ofrecen Las Escrituras en el citado versículo de Hebreos 11:1.

“Es, pues, la Fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”.

Y aún más, esta definición no sólo afirma que la Fe es certeza de algo que se espera sino que no necesitamos ver para tener la convicción.

Tenemos pruebas maravillosas de la Verdad que hay tras esta definición: no sólo no necesitamos ver algo para tener la convicción de ello sino que podemos llegar incluso a enunciar tal certeza en lenguaje matemático y verificarlo posteriormente en la Naturaleza y un buen ejemplo de ello es la Gravedad.

Nadie ha visto jamás la fuerza de la Gravedad. Es más, siendo rigurosos deberíamos decir que no solamente nadie ha visto jamás las fuerzas gravitatorias, sino que nadie sabe realmente qué son y por qué existen tales fuerzas. Tampoco Isaac Newton vio jamás la Gravedad y, sin embargo, dedujo que debían existir unas fuerzas de atracción invisibles entre los cuerpos a las cuales denominó fuerzas gravitacionales o Gravedad y no sólo les puso nombre sino que además enunció la Ley que gobierna dichas fuerzas, esto es la Ley de la Gravitación Universal, la cual predice que “la fuerza de atracción ejercida entre dos cuerpos separados por una distancia es proporcional al producto de sus masas e inversamente proporcional al cuadrado de la distancia que los separa”. 

No me cabe la menor duda de que el mayor científico que nos ha dado la historia de la humanidad, Isaac Newton, descubrió las Leyes físicas que gobiernan las fuerzas de la naturaleza y describen el comportamiento de la materia, impulsado por su Fe. Es decir, su certeza en lo que esperaba, y su convicción en lo que no se ve.

En contraposición con lo anterior, ¿cuántas veces nos ha parecido ver algo que más tarde no era como aparecía en un principio? o ¿en qué grado deberíamos confiar en lo que vemos? Cuando por ejemplo nos encontramos ante un truco de prestidigitación, a menudo aparecen cosas que inicialmente no se veían y desaparecen cosas que se veían en un principio, es decir, nuestros ojos no sólo no son infalibles sino que nos pueden confundir con relativa facilidad.

Paradójicamente, gracias a la Fe, ¡podemos tener más certeza de lo que no se ve que de lo que se ve!  ¡¡Qué gran ironía!!

Newton tenía Fe en la existencia de una razón creadora del universo así como de las leyes inteligentes que lo sustentan, precisamente porque sabía que tal inteligencia cuya esencia era racional y matemática no podía haber surgido de la nada. Y esa Fe absolutamente racional le llevó a descubrir la Ley de la Gravitación Universal que permitía calcular y predecir con exactitud el valor de unas fuerzas invisibles existentes en todo lugar del Universo y en todo tiempo y que fueron establecidas en el momento en el que aparecieron el espacio, la materia, la energía, la luz y el tiempo.

Sabemos que en el Universo los acontecimientos siguen un orden establecido, de forma que todo efecto procede de una causa anterior. La causa es primero y con el transcurso de un determinado tiempo, surge el efecto. Primero plantamos una semilla y luego nace la planta. Por tanto, para todo efecto debemos buscar una causa anterior en el tiempo. Pero si en el principio no había tiempo, tampoco pudo haber un elemento causal. En consecuencia, deducimos que el Universo no apareció por una causa, sino por una razón. Es decir, hubo un propósito. Cuando decimos que tenemos la certeza de que el Universo, la naturaleza y la vida existen por alguna razón, estamos diciendo que tenemos Fe en un Creador.

Pensemos por un momento en esa razón creadora. Los científicos han encontrado pruebas del que el Universo tuvo un principio y la astronomía ha estimado que pudo haber sido creado hace unos 14.000 millones de años, momento en el que apareció la materia, el tiempo y el espacio a partir de la nada. Pero es obvio que de la nada, nada surge. Si tomamos una caja vacía, continuará estando vacía, salvo que un agente externo a la caja deposite algo dentro. Si antes del Universo, no había nada (ni tiempo, ni espacio, ni materia), la lógica nos permite deducir varias cosas:

Primera: el agente Creador del Universo es eterno (intemporal e inmaterial) dado que antes del Universo no había tiempo, ni espacio, ni materia.

Segunda: dicho Creador es asimismo inteligente puesto que las Leyes que estableció para gobernar el Universo son inteligibles, tal y como la ciencia ha demostrado.

Y tercera: el Creador conoce y está por encima de todo lo creado: el tiempo, el espacio y la materia, por lo que es omnisciente, omnipotente y omnipresente. Estos atributos, por definición, solo los posee Dios.

“En el principio creó Dios los cielos y la tierra.”
Génesis 1:1

Por último, pero no por ello menos importante, podemos preguntarnos de dónde procede la Fe o que es lo que la origina. Como hemos visto en los ejemplos anteriores, la acción de depositar nuestra Fe en una persona o en una cosa sigue un proceso totalmente racional basado en nuestras capacidades cognitivas, conocimientos, experiencia e intuición. Por consiguiente, el origen de la Fe debe hallarse en esos elementos. Es obvio que las capacidades cognitivas y la inteligencia de una persona le son dadas puesto que son atributos presentes desde su nacimiento. Si admitimos que, en la experiencia vivida cada día, existe un alto grado de elementos que no dependen de la persona y que la misma no puede escoger, tales como el lugar, las personas con las que interacciona, el entorno económico, etc., podríamos decir que la Fe, en esencia, es algo que no escogemos y que nos viene dado como una propiedad personal necesaria para la propia supervivencia del ser humano, ya que si el hombre no tuviera confianza (certeza o Fe) en nada, su vida sería inviable pues no podría confiar en sus padres, ni en sus hijos, ni podría confiar en la seguridad de su casa o de su vehículo, no podría tener Fe en sus propias facultades físicas, no podría confiar en nada escrito, tampoco podría confiar en sus sentidos, ni siquiera en su propia inteligencia, con lo que cada acto sería completamente caótico, falto de sentido y sin propósito alguno.

“Vivimos por Fe, no por vista.”
2 Corintios 5:7



¿Crees en la imposibilidad científica de que todo haya sido creado por la nada?
Si es así, entonces tu fe es irracional.



"Si yo no hubiera tenido una fe absoluta en la armonía de la Creación, no hubiera tratado durante treinta años de expresarla en una fórmula matemática" (Albert Einstein; cit. en 1943; Hermanns, Einstein and the Poet: In Search of the Cosmic Man, 1983:61).
"Dios es un misterio, pero un misterio comprensible. No tengo nada sino admiración cuando observo las leyes de la naturaleza. No hay leyes sin un Legislador" (Albert Einstein, cit. en William Hermanns, Einstein and the Poet: In Search of the Cosmic Man (1983), p. 106).































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4 comentarios:

  1. Estoy de acuerdo completamente contigo en que no debería usarse esa definición de Fe como creer sin pruebas pero lo que sí creo es que quedará como opción personal en la que aportaremos nuestro granito de arena para cambiar esa definición de Fe porque cambiar socialmente u oficialmente la definición de Fe es casi una misión imposible, o sea que ¡¡¡ni Dios ni el Diablo encarnados podrian hacerlo!!! 😂😂😂 También opino que incluso la Fe tiene un nivel cualitativo superior al de la simple creencia y hasta para la simple creencia las personas tienen razones, según ellos pruebas de por qué creen lo que creen, quizá sean pruebas falsas pero el hecho es que para ellos son PRUEBAS. Si eso pasa con la simple creencia pues con mucha mayor razón pasa con la Fe porque en mi opinión la Fe es una creencia multiplicada por 100 en la que la persona está "absolutamente convencida" de que las cosas son como ella cree, entonces es obvio también para mí que los que tienen Fe tienen muchas más razones o pruebas que sustentan esa Fe, ojo que pueden ser razones o pruebas completamente falsas pero el hecho es que las tienen y nadie (¡ni los miembros de la RAE ni de ningún diccionario!) tiene el poder omnisciente a priori para decirles que sus pruebas no lo son porque son falsas.
    Si fuera miembro de algún diccionario propondría esta definición para la Fe:
    "La Fe es un estado mental en el que una persona está casi absolutamnete convencida de que lo que cree es verdad"
    Pero así como creo que sí puede existir la fe racional (basada en "pruebas" aceptables) también creo que existe la Fe irracional (basada en pruebas falsas o en la total ausencia de pruebas)
    Creo que sólo nos resta hacer hincapié en que sí puede existir una fe racional.

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    1. Excelente reflexión. Perdona que responda tarde pero no había leído tu comentario hasta ahora. Un saludo y que tengas un feliz día!

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